
Echando limón a la herida
Adrián Chávez
Una herida emocional podría ser definida como una experiencia traumática, instalada en nosotros, derivada de estar expuesto a malos tratos, abusos, frustraciones e injusticias durante la infancia, cuando nuestra percepción aún es inmadura; como resultado de éstas experiencias, Lise Bourbeau menciona la existencia de las siguientes heridas: el abandono, el rechazo, la humillación, la injusticia y la traición. A continuación, describimos sus características y máscaras:
Herida de abandono:
Es una herida basada en “la percepción” de que tus necesidades no estuvieron cubiertas, de no haber recibido suficiente atención y haber percibido descuido de sus cuidadores. La máscara de la herida de abandono es la dependencia emocional (temor a la separación y dificultad en la toma de decisiones). El terror de revivir ese abandono que ya conoces te hace soportar cualquier situación.
Herida de injusticia:
Es una herida que se instala por la percepción de no ser apreciado y/o respetado en su justo valor o por sentir que recibió menos de lo que merecía y también cuando se recibe más de lo que se cree merecer. Su máscara es la rigidez que por el contrario oculta su alta sensibilidad. Tienen la idea de que nada debe tocarles, pareciendo personas frías e insensibles. Es obvio que las injusticias les molestan sobremanera.
Herida de rechazo:
Esta herida tiene que ver con la idea de no tener derecho de existir, ya sea porque no fuimos planeados, por tener un sexo contrario al que se esperaba o por la transmisión inconsciente del rechazo de alguno de los padres que tenía ésta herida. La máscara es ser huidizo, buscar no ser visto y rechazarse a sí mismo.
Herida de humillación:
Es una herida que se crea cuando nuestro amor propio o nuestra dignidad son lastimados, cuando algunos de los padres se avergonzaban de ti y te sentiste rebajado. La máscara masoquista es el resultado de vivir la herida de humillación y encuentra satisfacción en vivir el sufrimiento.
Herida de traición:
Esta herida aparece cuando el niño percibe que no se cumplen las promesas que le realizan o percibir que los padres traicionaron la fidelidad que tú tenías en ellos. La máscara es ser controlador: querer ser responsables, fuertes, especiales e importantes para que no les traicionen y controlar cada uno de sus movimientos en función de ello, tienen tendencia a traicionar antes que les traicionen.
Percibimos un mundo limitado por lo que nuestras heridas “alcanzan” a ver, ahí radica la relevancia de hacerse cargo de ellas. La máscara es algo que no eres, es algo que aprendiste y que te funcionó en su momento para sobrevivir, pero que en algún punto de la adultez te estorba para tu crecimiento o para ser tú mismo.
En la mayoría de los casos, no es sencillo identificar que tenemos éstas heridas; los síntomas directos pueden ser las máscaras y los indirectos pueden ser: insomnio, depresión, inseguridad, miedo, desesperanza, desmotivación, actitud defensiva, percepción de estar en riesgo, ansiedad, entre otras. Decide tomar consciencia y responsabilidad de tus heridas para experimentarte desde otro lugar.