
El amor y la maternidad en Zacatecas
La Nota Zacatecas
ZACATECAS, ZAC.- La maternidad se presenta en un mosaico de situaciones particulares, cada uno de ellos tan diferente como cada mujer; muchas veces las condiciones se determinan por los contextos socioeconómicos de ellas.
Ser madre no siempre llega de manera biológica, pues también los hijos pueden aparecer con la pareja, pero eso no limita el amor que una mujer pueda sentir por ellos.
En la mayoría de las situaciones, en la que la vida las ha puesto a prueba, ellas demuestran la fortaleza que tienen para ejercer sus roles como madre, profesional, trabajadora, ama de casa y mujer.
En La Nota Zacatecas agradecemos a cada una de las mujeres que confió en nosotros para dejarnos compartir sus historias y les reconoce como los seres que son.
Gracias por dejarnos adoptar
Un niño de ojos grandes y vivarachos ríe a carcajadas cuando su madre lo pasea en el columpio. Se llama Luis, pero cariñosamente todos le dicen Luisito, los médicos calculan que tiene 5 años.
Desde hace poco más de un año y medio, Luisito se ha convertido en la luz para Pablo y Ana, que por años intentaron tener un hijo, pero les fue imposible.
“Ya nos habíamos resignado a que nunca tendríamos un hijo”, dijo Ana al tiempo que abrazó tiernamente a su pequeño Luisito. El amor entre ellos se nota, es muy evidente porque en los ojos de madre e hijo se enciende una luz cuando se ven y cuando uno habla del otro.
“Luisito sabe que es adoptado –dice Ana-, no quisimos ocultárselo mi esposo y yo porque hay mucha maldad en el mundo y vaya usted a saber que en un futuro alguien, por pura maldad se lo diga”, explicó la mujer sin perder de vista al niño que subía a la resbaladilla y se deslizaba una y otra vez.
Antes de Luisto, Ana y su esposo habían hablado de una posible adopción, pero nunca llegaron a un acuerdo, hasta que un día sin pensarlo mucho fueron e iniciaron los trámites. “Todo vale la pena. La espera, los nervios, las visitas sorpresa para ver cómo vivimos, los interrogatorios… todo”, dijo la madre.
“Mi comadre me decía: ‘todo es hermoso en tu vida, pero le falta color’, yo no entendía, hasta que llegó Luis”, dice Ana, quien no tiene reparo en admitir que al principio estaba muerta de miedo al saber que “un hombrecito tan pequeñito” dependería de ellos por mucho tiempo.
Las cosas se fueron acomodando por sí solas “créeme, convertirme en madre es lo mejor que me ha pasado, aunque Luisito no haya estado en mi pancita”, remató Ana al borde del llanto por la emoción, en ese momento una pequeña mano le tocó la mejilla y ella rió, para no asustarlo.
Ana le pidió a su hijo que explicara cómo era su familia y el pequeño volteó y dijo: “Yo no tenía familia y mis papás no tenían hijo, así que Dios nos juntó”.
Aprendieron a quererme
Araceli quedó viuda tras un terrible accidente en el que perdió la vida su esposo. Quedó destrozada anímicamente con apenas fuerza y ganas de dejar la cama por mucho tiempo.
Debieron pasar casi tres años de duelo para que empezara otra vez su vida y otro para que decidiera iniciar una relación con un hombre que vivía desde hacía años solo con sus hijos.
“Los primeros meses fueron como de novios de secundaria, muy bonito todo, pero a medida que pasaba el tiempo y fuimos formalizando la relación tuvimos que involucrar a sus dos hijos, un niño de 10 años y una niña de 12. Fueron meses muy difíciles”, relata Araceli.
Araceli, una mujer devota católica, alegre y muy formal, explica que ella no tenía mucha experiencia con niños, porque no tenía hijos propios, así que “no sabía cómo hacer o qué hacer para mantener la armonía en nuestro hogar, para agradar a los niños, pues ya estábamos en el mismo barco, pero al mismo tiempo hacer que me respetaran”.
“Confieso que a veces quería renunciar, decía yo ‘¿pero qué necesidad de batallar con hijos ajenos?’, pero luego me acordaba de Miguel, mi esposo, que es un buen hombre y que en todo momento me ha apoyado y sabía que debía hacer el esfuerzo”.
“Mi esposo sabía que yo batallaba y me decía ‘dales unos buenos para que entiendan’, pero nunca me atreví ni el día en que me encerraron en el baño casi dos horas”, dijo.
De esos días difíciles ya pasaron casi 15 años, cuenta Araceli. Con el tiempo, dice, los niños fueron entendiendo que ella no tenía la culpa de que sus papás no estuvieran juntos, “hicimos las paces y nos llevamos bien. Nos queremos y respetamos. Ellos ya se casaron y nos dieron tres nietos”. Araceli tuvo un hijo con Miguel.
Una relación que no funcionó
Karen fue mamá a los 14 años. Ahora tiene 20 y tiene tres hijos. No terminó la secundaria por su embarazo prematuro.
“Cuando sospeché que estaba embarazada lo primero que hice fue decirle al papá, no me dejó en ningún momento y él fue con sus tíos a hablar con mi mamá. Ella no quiso que nos casáramos, porque yo estaba muy chica, pero nos aferramos a que queríamos estar juntos por nuestro bebé y nos fuimos a vivir juntos”, cuenta Karen.
El padre del niño, Javier, tenía 18 años y empezó a trabajar manejando un taxi. Según Karen, también es “muy guapo” y “ojo alegre”, por lo que la felicidad que pensaban tendrían por siempre terminó cuando apenas tenían dos años juntos.
“Lo caché mensajeándose con una tal Ruth y de ahí empezaron los problemas. Yo estaba otra vez embarazada, pero no me importó. No peleamos y se fue de la casa”, narró.
Nació el niño y con la alegría que los bebés traen, vino la reconciliación “y en la famosa cuarentena quedé otra vez embarazada”, dice Karen.
Lamentablemente, comenta, las cosas ya no fueron igual y se separaron definitivamente. Ella trabaja en una maquiladora en Calera, se levanta de madrugada con su bebé de 6 meses para ir al trabajo, al niño lo deja en la guardería de su trabajo y su hermana lleva a los niños más grandes a la escuela.
Apreciando la vida
Landy Miroslava Alvarado Cano es madre de dos jóvenes y pionera como mujer en su trabajo, lleva ocho años como auxiliar de técnico embalsamador en el sistema de servicios funerarios de Issstezac.
Aunque en su trabajo es poco común que se desempeñen mujeres, ella perdió el miedo a ver la muerte de frente para poder mantener a su familia.
Su principal motivación, aseguró, son sus dos hijos, ya que al ser madre soltera por muchos años y teniendo que trabajar en una funeraria le ha enseñado a apreciar la vida.
“Parte de la motivación estando en este medio es valorar la vida y lo que tenemos, creo que el principal factor es la familia, los hijos, la pareja y los papás, porque no sabemos en qué momento nos vaya a tocar despedirnos”, comentó.
Explicó que su trabajo consiste en la recolección del cuerpo, llevarlo a la funeraria para que pueda ser embalsamado, asimismo se le inyectan químicos especiales, se drena, viste y se lava, después se mueve para poder velarlo, se lleva a la misa y posteriormente se traslada al panteón para su sepultura.
Destacó que uno de los principales retos a los que se enfrentó en su trabajo, fue cuando empezó la pandemia de Covid-19, al cargar con la preocupación de que al momento de manipular los cuerpos se contagiara y ella a sus seres queridos.
Además, refirió que ante tanta muerte violenta ha sido difícil realizar su labor, pues corre el riesgo de toparse con alguna situación violenta, ya sea en la recolección de un cuerpo o en un cortejo.
Hace y vende nieve para dar comida a sus hijos
Juanita, de 35 años, es un ejemplo de las madres que deben trabajar el doble para sacar adelante a sus hijos.
Hace ocho meses quedó viuda, por lo que debe cubrir el rol de papá y mamá, llevar el sustento al hogar y a la par criar a sus hijos de 15, 13 y 1 año 8 meses de edad.
Para generar ingresos vende nieves de sabores y diario se instala en la escuela Ford y afuera de la Clínica 4 del IMSS para vender sus productos.
Compartió que empieza a preparar su producto desde temprana hora, posteriormente se traslada a sus puntos de venta y los ofrece.
A empujones, con una bicicleta y sus barricas de nieve, la madre de familia busca llevar el sustento a sus tres hijos, quienes la esperan en casa.
El reto mayor de ser madre, consideró, es criar y educar a sus hijos quienes están en la preadolescencia y se ha enfrentado “a la rebeldía de la edad”; sin embargo, su mayor bendición y satisfacción es ser madre, por lo que desde que falleció su esposo, se propuso sacar adelante a su familia, esforzándose el doble mediante el arduo trabajo. Para lograrlo, utiliza su mayor motor y motivación: el amor a sus hijos, el amor de una madre.
Con información Lucía Dinorah Bañuelos, Miguel Alvarado y Franco Valdez