
El reloj del Templo de la Compañía
Desde tiempos antiguos hasta la actualidad, medir el tiempo ha preocupado a los habitantes; funciona para ser puntuales, a llegar a citas de distintas índoles, a terminar jornadas laborales y a indicar las celebraciones; pero los instrumentos han variado desde los primigenios relojes de sol, los de arena, los mecánicos y los digitales, pero siempre con la necesidad de medir el transcurso de los días.
En Zacatecas existió un reloj que desde aproximadamente 1750, cuando se terminó de edificar el Templo de la Compañía de Jesús, funcionó de manera pública. La relación entre la iglesia y el reloj radica en que la máquina se encontraba ubicada en la torre Este del hoy llamado templo de Santo Domingo, espacio que después de la exclaustración de los jesuitas en 1767 fue solicitado por los frailes dominicos, hecho consumado en 1785. De ahí su nombre actual.
Lo cierto es que el reloj era visible para todos los habitantes, pero aun cuando se han realizado algunas indagaciones, no se ha podido determinar la fecha en la que se colocó el reloj o si desde la planeación y diseño del recinto religioso se consideró tenerlo, sin embargo, hay datos y documentos que indican que en 1790 no se encontraba en las mejores condiciones y constantemente tenía que ser reparado.
Durante las dos décadas siguientes tuvo varias reparaciones, por ejemplo: en 1795 el relojero José Díaz Castro pidió un aumento de sueldo y materiales para la reparación pues había tenido que proporcionar pequeñas cantidades de sus propios recursos. Lo más probable es que no se haya solucionado el caso, pues en 1800 se le dio el nombramiento de maestro relojero a José Rodrigo de Páez y conjuntamente con José de la Peña, compusieron varias piezas para dar el debido funcionamiento al reloj.
Según los registros, estas composturas funcionaron por siete años, ya que hasta 1808 no hay indicios de otras reparaciones, pues en esa fecha se expuso ante las autoridades del cabildo que daba las campanadas de mediodía un poco adelantadas.
Lo real es que después de esos acontecimientos las descomposturas fueron cada vez más constantes y en algunas ocasiones se pensó en retirarlo, hecho que entrado el siglo XIX sucedió, pues las primeras fotografías del templo sólo muestran la huella de su ubicación en la base de la torre. Sí hoy caminamos y fijamos la mirada en esa dirección, el vestigio aun es visible.