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Hijos y nietos despojan a don Pedro de sus tierras
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Hijos y nietos despojan a don Pedro de sus tierras

  • El Testamento Agrario (lista de sucesión) garantiza que los derechos sobre la tierra se puedan transmitir en forma ordenada y pacífica

Lucía Dinorah Bañuelos

VILLANUEVA, ZAC.- El anciano de 100 años camina, aunque erguido, con dificultad un tramo pedregoso, más por saberse solo que por temor a que sus piernas le fallen.

Tal vez es la tristeza de la que no habla, pero que grita en su mirada al ver cómo su familia se desmoronó luego de que decidió vender sus tierras, para evitar rencillas entre sus hijos.

Don Pedro es padre de siete mujeres y tres hombres, enviudó hace 21 años; fue un patriarca respetado por hijos, nueras y yernos, nietos, bisnietos y tataranietos, hasta que se quedó sin liquidez.

Aunque su hija la maestra le sugirió que hiciera un testamento, la mayoría de los hermanos dijeron, incluso pelearon porque les repartiera en vida lo que les tocaba y juraron respetar la voluntad del viejo.

En la rebatinga por las tierras de riego y de temporal, por el ganado y la casa familiar se perdió el amor y el respeto entre los hermanos e implícitamente para don Pedro.

Un primer intento por hacer las cosas “por la derecha” explica Paloma, una de las nietas mayores, “fue cuando una de mis tías llevó a mi abuelo al RAN (Registro Agrario Nacional), para que les explicaran cómo hacer el testamento”.

Ahí se enteraron que para hacer el trámite se conoce como Lista de Sucesión, que es justamente eso, hacer un listado de candidatos, es decir que el titular de las tierras debe elegir quién se quedará con sus tierras, a quien se le llama sucesor (de derechos agrarios).

El primero sería el cónyuge, pero como en este caso ya había fallecido doña Mariquita, se nombró a Justiniano en el primer lugar, luego a Marcos por si llegara a faltar el primero.

La mayoría estuvo de acuerdo.

Sin embargo, el trámite nunca se hizo, dicen, por las clásicas intrigas y malos entendidos que luego hay en familias tan grandes, en las que no siempre son sinceras las palabras de uno o de otros.  

Unos dicen que fue influenciado por una de las hijas y otros dicen que la ambición de uno de los nietos acabó por convencer a don Pedro de vender sus tierras.

Firmó los papeles con los que vendió todo lo que tenía, de ese dinero dispuso una parte para darle a cada uno de los hijos y guardaría el resto para vivir bien el resto de su vida.   

Todo quedó en buenas intenciones. “Mis tíos se dieron hasta con el molcajete para lograr que mi abuelo vendiera. Las dos voces que pedían un testamento para proteger y preservar el patrimonio de mi abuelo sencillamente se ahogaron”, lamenta la mujer.

Ahora, don Pedro, con sus 100 años a cuestas descubrió de la manera más cruel que dos de sus 10 hijos tenían razón, que debió hacer testamento; “al  menos así, tendría asegurado el sustento hasta el último día de su vida y no hubiera sido testigo de la avaricia de sus hijos”, dice Paloma.

El centenario viejo ya no tiene tierras ni ganado y vive como arrimado en lo que fue su propia casa, sin dinero,  porque misteriosamente desaparecieron los tan sonados millones que le dieron por su patrimonio.

Tranquilidad en un papel

El Testamento Agrario (lista de sucesión) garantiza que los derechos sobre la tierra se puedan trasmitir en forma ordenada y pacífica a quien decida el titular que si cambia de opinión, respecto a sucesor, lo puede modificar cuando deseé.

En la lista de sucesores pueden ir el cónyuge, la concubina o el concubinario, uno de los hijos, uno de los ascendientes o cualquier otra persona.

Al tramitar este tipo de testamento se define con precisión quién heredará los derechos, lo que evitaría  posibles conflictos, gastos económicos, pérdida de tiempo y alteraciones en la tranquilidad familiar.

La asesoría para la elaboración del testamento agrario es gratuita; su depósito en el RAN o su formalización ante Notario Público es de bajo costo.