
La pascua tomasista: Carlos Saucedo Medrano
“Te tocaba pagar por todo lo que te estábamos dando los toros… Con nuestras embestidas le encuentras sentido a tu existencia”.
José Tomás
Hay en la vida de los hombres, un momento en el cual definen su ser. Un espacio donde el tiempo para su marcha y voltea la mirada en busca de la verdad. ¿Qué es la verdad para un torero? ¿Dónde encontrar la razón de su ser?
José Tomás encuentra esa libertad frente a la cara de los toros. Y su leyenda atravesó los artificiales límites de la historiografía el 24 de abril del 2010, cuando un toro de De Santiago de nombre Navegante se volvió de manera intempestiva cuando José terminaba un cambiado de mano por la mano izquierda. El derrote certero del cárdeno rompe el punto de intersección del triángulo de scarpa en su pierna izquierda, brotando así, de inmediato, un caudal de sangre.
Aguascalientes y su monumental se estremecen. Los médicos reciben en estado de shock al madrileño. Su padre rompe a llorar ante la fatal escena de su hijo y su compadre Fernando Ochoa vive en carne propia el drama en la enfermería. Los cirujanos actúan rápido para canalizar su cuerpo y así comenzar a operar.
Después de horas convulsas en las que el de Galapagar fue y regresó a otros planos, lo logran estabilizar. Con esto se acrecienta la figura de Tomás: el hombre que sobrevivió a una cornada mortal e insostenible en otros tiempos.
El culto al tomasismo tiene su fundamento en la verdad. Los tomasistas afirman que él es el torero más verdad. Que donde se pone no se pone nadie, como afirma José María Napoleón en el pasodoble que le compone. Ese carácter estoico, de desdén ante el peligro, es el estandarte de una corriente de pensamiento dentro de la fiesta de los toros.
De ahí proviene el revuelo en la taquilla cuando se acartela. El secretismo de alguna fugaz reaparición entre los corrillos del mundo taurino que aviva la expectación de una grey dispuesta a cruzar océanos y fronteras con tal de verle torear. No en balde, algún aficionado español ironizaba en plena pandemia al ver la propuesta de una gira de reconstrucción: “con José Tomás en los carteles, reconstruimos todo el imperio español”.
Una tauromaquia tan hermética y tan heroica como la de José Tomás se echa en falta con el aletargado devenir del toreo. Esta etapa monótona, apenas avispada con algunos gestos y gestas esporádicas, requiere la presencia del torero de Madrid. Ojalá allá, en su autoexilio, los ángeles de la épica le motiven para regresar a los ruedos y con ello hacer brotar la emoción más sublime en el público: la emoción de la verdad.