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La representación de América en la Edad Moderna
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La representación de América en la Edad Moderna

Rara Avis: Letras, Arte y Cultura Novohispanas

La idealización de América ha sido un tema que ha implicado una serie de manifestaciones por grupos e individuos desde diversos sitios y contextos, un proceso por demás complejo. Cierto es que, por los diversos significados que implican, se han gestado expresiones con disímiles usos. Cabe anteceder que el papel del hermeneuta es identificar y explicar los vericuetos propios del sentido, los niveles profundos del discurso, he aquí la línea y el propósito de este breve artículo.

A lo largo de todo el siglo XVI, ya han apuntado autores como Miguel Zugasti o José Miguel Morales Folguera, se inició un proceso de idealización de América, desde Europa. La novedad de estas tierras “exóticas” planteaba la necesidad de generar referentes, como parte de los propios imaginarios. Y, aunque la escritura era (sigue siendo) un vehículo pleno de simbolización, era necesaria la representación visual en una producción impresa, pictórica y emblemática. 

En resumidas cuentas, las primeras representaciones de América se dieron a la manera de una mujer desnuda. Ya comenta el propio Zugasti que para 1530 el florentino Francesco Pellegrino proponía al orbe como una mujer encadenada con un vestido transparente y con un yugo, con el mote de “El fin justifica los medios”.

Aunque es quizá Cesare Ripa quien, con el referente previo de ya un buen número de autores, consolidó una imagen de América que fue difundida en muchos espacios. Se trataba de una mujer desnuda, con los pechos abiertos y el cabello largo. En sus brazos, tenía arco y flecha. Estaba situada encima de un caimán y la cabeza de un hombre, para expresar su barbarie. Por supuesto, mencionadas descripciones daban a entender un sitio, una jerarquía, a diferencia de la propuesta de Europa: una señora de delicadas proporciones, con corona, ricamente ataviada y con referencias a la mística, religión y sabiduría.

Para el siglo XVII, tales referencias aún persistían. No obstante, una generación de letrados, artistas e intelectuales novohispanos incidió para consolidar lo que se ha denominado como el patriotismo criollo, en la búsqueda de referir e igualar las condiciones de la América, respecto a Europa. La Real Audiencia de México –la más relevante de la América Septentrional– auspició el diseño de emblemas en aparatos arquitectónicos por festividades regias, con la inclusión de una nueva América.

Y, por ejemplo, para las exequias de Felipe IV, de Mariana de Austria o de Carlos II, se promovió ambas orbes en un mismo nivel, sin sujeción, sumisión o inclusive con la propiedad de su cuerpo y ropaje. Así, se encuentran expresiones como el célebre emblema que describe Isidro de Sariñana en el Llanto del Occidente, donde se trata, ya no de una mujer desnuda con pechos abiertos, sino de una doncella vestida de huipil y con ricos adornos prehispánicos, al nivel de Europa. Dicha forma tuvo una gran recepción, baste recordar la pintura simbólica de la coronación de Iturbide, siendo coronada por América ricamente engalanada.