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Rara Avis: Letras, Arte y Cultura Novohispanas
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Rara Avis: Letras, Arte y Cultura Novohispanas

Por: Salvador Lira

La Jura a Felipe V en Puebla de los Ángeles

En los reinos hispánicos durante la Edad Moderna el signo ritual que manifestó la entronización de un nuevo monarca fue la jura y aclamación. Se trató, como lo menciona Salvador Cárdena Gutiérrez, de un gesto de origen medieval visigótico con sus modificaciones de etiqueta durante el reinado de Carlos V. Cierto es que se tiene la impresión de la coronación como el gesto por excelencia de todo monarca, sin embargo no es así para el caso de la Monarquía Católica en sus tradiciones hispánicas ya que, aunque mencionado emperador fue coronado en Bolonia por el papado, se hizo emulando el ascenso de Carlo Margo.

Los subsecuentes soberanos de los reinos católicos de las casas de Austria y Borbones no se les coronó. En cambio, se llevó a cabo el ritual de jura y aclamación, tanto en el sitio en donde se encontraba el príncipe en ascenso, como en todas las villas y ciudades. El protocolo durante la Edad Moderna era elaborado. En resumidas cuentas consistía en que el alférez real llevaba el estandarte de la ciudad al espacio o plaza principal. Situados en el centro, bajo un tablado, se aclamaba, por poner un ejemplo, el “Silencio, silencio, silencio. Oíd, oíd, oíd. Castilla, Nueva España; Castilla; Nueva España; Castilla; Nueva España; por el Católico Rey Don Luis Primero nuestro Señor”. A partir de aquí, el develamiento del retrato regio con emblemas del tablado, el lanzamiento de pirotecnia, el suene de campanas y los vítores del pueblo congregado en la plaza.

En la Nueva España existen múltiples referencias impresas y manuscritas sobre juras y aclamaciones, sobre todo generadas bajo la dinastía borbónica. Resáltese la que se llevó a cabo en la Puebla de los Ángeles a Felipe V en 1701, en quizá la primera crisis regia de la que experimentó la América Septentrional. Bajo el título de Diseño festivo del amor, ostentativa muestra de la lealtad…, Ambriosio Francisco de Montoya y Cárdenas realizó la relación del ceremonial, sacada a la luz por la imprenta de los herederos del Capitán Juan de Villareal, en 1702.

El documento es un testimonio de la convivencia de símbolos dinásticos. Gracias a él se sabe del retrato de cuerpo entero de “El Animoso”, junto a todas las pinturas del tablado, a cargo de José Rodríguez Carnero. La descripción es por demás simbólica, un monarca que vestía a la francesa de azul con guarniciones de plata, medias a la española negras y banda roja. En todo el conjunto, alusiones a Carolus Imperator, por ser quien otorgara el escudo de armas a Puebla de los Ángeles, junto a signos de la lis y de los Austrias, como las dos águilas airosas que sostenían el nombre del monarca: Philippus Quintus Hispaniarum, et Indiarum Rex