Reciban el Espíritu Santo: Domingo de Pentecostés
“Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo:
Reciban el Espíritu Santo”
Juan 20,19-23
SIGIFREDO NORIEGA BARCELÓ
Renovar la faz de esta tierra –con todo lo que sueñan, anhelan y viven sus habitantes en esta hora– pudiera ser una grata realidad si recibimos el Espíritu Santo y ponemos a trabajar senoidalmente sus dones. El domingo de Pentecostés nos encuentra cada año en situaciones nuevas que necesitan de una buena sacudida para que brille la luz de la verdad, aumente nuestra capacidad de amar y nos lancemos a la misión con audacia e inteligencia espiritual. Este año nos encuentra enfrascados en elecciones locales, estatales y federales.
El rostro de nuestra tierra tiene varias tonalidades de gris. Distinguirlas para tomar decisiones inteligentes y acertadas exige grandes dosis de discernimiento espiritual, moral y ético. Con facilidad nos acostumbramos a decidir en y para el momento sin tomar en cuenta las consecuencias hacia el futuro de personas e instituciones.
Tampoco miramos las cuestiones que tocan las preguntas básicas de nuestra existencia. Nos hemos hecho escépticos, desconfiados, inseguros, contradictorios… Queremos ser libres, pero nos sentimos cada vez más solos, sin verdad y sin paz. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear relaciones humanas sólidas y duraderas… El Espíritu Santo necesita encontrar apertura de nuestra parte para renovar aspiraciones, relaciones, propósitos, compromisos.
Vivimos Pentecostés 2024 en un proceso electoral crucial. Tomaremos decisiones que exigen un profundo discernimiento en la verdad, con visión de bien común y unidad. Corremos el riesgo de tomar decisiones basados solamente en reacciones inmediatas e intereses mezquinos. Campañas que le apuestan a la mentira, al encono, a la exhibición de inmoralidades, al desencuentro… no ayudan a vislumbrar un futuro decente, digno, alejado de la corrupción. El Espíritu necesita de corazones humildes y abiertos para sanar el corazón humano y contribuir a la paz y la reconciliación.
Pentecostés es el acontecimiento de la vida por excelencia, la libertad en la verdad, la exuberancia del amor, las enormes oportunidades de la nueva creación. La vida nueva que anuncia el acontecimiento que celebramos es descrita como fuego, aliento, soplo, viento, fuerza. Es la verdad plena al alcance de todos. Pero necesita de hombres y mujeres que madruguen, la velocidad de Juan, la humildad del frágil y audaz Pedro… de discípulos que se dejen capacitar por el Espíritu. El Pentecostés 2024 necesita de testigos creíbles, alegres, audaces.
Uno de los grandes milagros de Pentecostés es la comunicación entre personas diferentes y dispersas. El Espíritu llena del fuego del amor a los discípulos para que construyan comunidad, le apuesten a la reconciliación, hagan de cada prójimo un hermano, tejan lazos de solidaridad, generen responsabilidades compartidas… Todo en la verdad del amor compasivo, constructor de esperanza y de paz.
La faz de esta tierra no puede renovarse sin el ánimo y la luz que proporciona el Espíritu Santo, señor y dador de vida. ¿Habrá Pentecostés 2024 en nuestra tierra, en sus entornos y coyunturas?
Ven Espíritu Santo, llénanos de tus dones… Especialmente del don de discernimiento y del temor de Dios.
Los bendigo al concluir el gran tiempo litúrgico de Pascua.