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Una oración fúnebre zacatecana a Mariana de Austria
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Una oración fúnebre zacatecana a Mariana de Austria

Rara Avis: Letras, Arte Y Cultura Novohispanas

La reina madre Mariana de Austria fue de las mujeres con mayor influencia política en el siglo XVII. Tras la muerte de Felipe IV en 1665, estuvo al frente de la regencia de la Monarquía Católica por más de una década. Además, durante el gobierno de su hijo Carlos II tuvo una incidencia plena en muchas decisiones de gobierno.

La muerte de la reina madre sucedió el 16 de mayo de 1696. A su fallecimiento, en toda la monarquía se realizaron exequias, en muchos de los casos con la inclusión de las insignias regias. Las solemnidades respondieron, además de todo un programa iconográfico del poder y la dinastía austriaca –ya para ese entonces en ocaso–, en la reafirmación del ejercicio y participación de la soberana en los designios hispánicos.

 En Zacatecas, como ya hemos estudiado en otros trabajos, se realizaron exequias a Mariana de Austria con una gran solemnidad.  De los varios testimonios que hemos podido recuperar, desataca la Oración Fúnebre que hicieron sus esclarecidas obras a la muerte de nuestra Serenísima Reina Doña Mariana de Austria…, impreso sacado a la luz por la casa de Juan José Guillena Carrascoso en el año de 1697. Se trató de la alocución fúnebre que se hizo en el espacio de vigilia, en el segundo día destinado a los funerales regios, llevados a cabo en el convento de San Francisco.

 La oración fue dictada por fray Manuel de Monzaval. Según Beristain de Souza, fue natural de la “Antigua España” y lector en teología en el convento de Valladolid. Se le conoció como el “Escoto resucitado”, puesto que en un capítulo general en Toledo defendió argumentos teológicos, hecho que fue celebrado por vocales de París. Su presencia en Nueva España se debió a que fue nombrado calificador del Santo Oficio, pasando en 1694. Es relevante mencionar que Beristain de Souza no refiere al sermón en cuestión, únicamente lo hace con la obra Historia de las virtudes y milagros de San Pedro Regalado, de 1684. 

 El sermón es un compendio de reflexión filosófica en torno a la muerte. Una de las reflexiones, tomando a San Agustín, es en torno al tiempo. Monzaval argumenta:

 Yo no entiendo esta naturaleza del tiempo, digo con San Agustín, tan manifiesta en su ser, y tan oculta en su esencia. Quid ergo est tempu? Si nemo ex me quӕrat, scio: si auten quӕrenti explicare vellim nescio. Porque aunque el filósofo dijo, que era medida del último, y posterior movimiento con relación de conformidad a los antecedentes: Mensura molus secundum prius, et posterins, hay mucha diferencia de mirar con los ojos de la gentilidad esta medida, o a las luces de la verdad católica. A lo gentílico con el tiempo se miden los movimientos, más a lo católico la vida con sus morales acciones.

 El franciscano resuelve su reflexión con un uso político al explicar que, aunque instante fue la vida de la reina, sus acciones la hacen eterna.