
¿Y la sororidad?
La Sororidad, que es la hermandad entre mujeres, es un concepto revolucionario e innovador, pero la realidad es que siempre existió, sólo que no se le permitía ser reconocido, nombrado y socializado hasta tiempos muy recientes. Su inclusión dentro de la propia lengua española, fue un tema de debate, pues las instituciones se negaron durante varios años a reconocerla.
Por el contrario, en la historia y en la cotidianeidad podemos observar a mujeres organizadas para todo tipo de temas: ayuda comunitaria, organización civil, apoyo a mujeres en situaciones de emergencia, acompañamiento para la crianza, etc.
Entonces, ¿por qué resulta revolucionaria la idea de que las mujeres se ayuden entre ellas?, la respuesta es que es una amenaza a un sistema dominado por hombres organizados en temas públicos y por el contrario de este concepto, tenemos afirmaciones como: “Mujeres juntas ni difuntas” o “La peor enemiga de una mujer, es otra mujer”, que no pueden ser más falsas, pero sirven para los propósitos del patriarcado, y las cifras son claras, las violencias no sólo en contra de las mujeres, si no también hacia los hombres, son mayoritariamente ejercidas por otros hombres.
Entonces, este concepto viene a transgredir lo ya construido, viene a remover los conceptos machistas de que no podemos confiar entre nosotras y demostrar que sin importar las diferencias entre unas y otras todas tenemos el propósito de ser tratadas de forma digna y con la garantía de todos nuestros derechos.
Los ejercicios de sororidad nos permiten, de una forma ya dada por hecho, contar con un círculo de apoyo en la sociedad en el que las mujeres podamos confiar, hasta cierto punto, unas en otras, como se hace ya de forma cotidiana entre hombres, pero esto para muchas feministas ha significado una idea romántica de como nos relacionamos las mujeres.
La sororidad no significa una amistad tácita entre nosotras, significa algo mucho más profundo, porque somos tan diversas que sería imposible que todas coincidiéramos en pensar de una misma forma, estar de acuerdo en todo, por el simple hecho de coincidir en nuestro sexo.
Por el contrario la sororidad se nutre de la diversidad, se alimenta de las diferencias y se fortalece entre los grupos más amplios y si bien, no significa defender incondicionalmente los actos de todas las mujeres, por encima de la legalidad, la ética o incluso la moral de cada una, sí significa la defensa de las mujeres por el hecho de ser personas, el resguardo de sus ideas y el estímulo de promover su participación en espacios de toma de decisión, para contar con una representatividad en todos los espacios.
Como todo en el movimiento feminista, la sororidad se vuelve argumento del machismo para cuestionarnos que tan solidarias somos con las demás, sin cuestionar el actuar de otras mujeres, pero también, como todo lo emanado del movimiento, no fue creado para complacer a nadie, pues nos enseñaron a ser rivales, pero decidimos ser aliadas.