Día de Corrida en Zacatecas
Rabo y orejas
Son las 12:30 de la tarde y Armando Esparza posee pulso de maraquero para desempacar los papeles de liar. Entre el nervio y la solemnidad de los apoderados, el debut del nuevo Juez de Plaza es una anécdota a manera de albur: la muy taurina tendencia de desearle éxito al mediodía para después señalarlo al término del festejo.
Es la una de la tarde con 40 minutos y Felipe Pacheco, previa eficaz guardia de la puerta de corrales, entrega los pases de callejón a apoderados y ganaderos. Su trabajo es tan vital como necesario. Tan redondo como las bolitas doradas que realizó para el juez y que hicieron más ágil su localización en los sombreros de fieltro.
Son las 3:00 de la tarde y el Señor de la Cruz termina de rotular las tablillas que anuncian a los toros. Toda una vida al servicio de la brocha y las pinturas. Cuenta El Ratón que su padre lo llevó a las peleas de box y funciones taurinas en la antigua Plaza San Marcos. El actual hotel ya anunciaba los primeros trazos de sus manos bronceadas a manera de marquesinas y en la actualidad no pierde detalle de las feas letras del pizarrón, obra del asesor del juez, para que concuerden con sus trazos al momento de la corrida.
Son las 4:00 de la tarde y los Infante ya se ubican en su primera fila de sol. Desde este ordenador no se alcanza a divisar qué político invitaron hoy en sus localidades. Los Rojas hacen lo propio: el padre le seca el sudor al hijo de tanto trabajar en el Ciclo Cultural junto a Juan Antonio de Labra. Arturo Netzahualcóyotl recrimina al palco el inicio de la corrida: ¡Señor juez, ya es tarde, a ver a qué horas!
Son las 5:00 de la tarde y pesa más el conflicto burocrático de la Banda del Estado. La megafonía confirma el retraso del festejo con el argumento de que ingresen los ríos de aficionados que se agolpan en las puertas. Ya es tarde y hay que echar mano del ingenio: una bocina conectada a un teléfono hace sonar el Cielo Andaluz grabado una tarde vieja en el Toreo de la Condesa.
Son las 7:00 de la noche y el cotizado elixir de las cervezas, vino tinto u otro tipo de licor; inunda el criterio de la concurrencia: unos solicitan que toque la música en pleno tercio de varas, otros piden al matador que cubra el tercio de banderillas aunque este no acostumbre hacerlo. Es la misma concurrencia que exige los trofeos a destajo y a la que la autoridad tiene el afán de educar en estas lides.
Son las 8:00 de la noche. Termina la fiesta, misma que, dentro de la prosa de Serrat, afirma que por un momento se olvidó que cada uno es cada cual.