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Educar en la humildad
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Educar en la humildad

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

 

“El que se engrandece a sí mismo, será humillado y el que se humilla, será engrandecido”.

Lucas 14,1.7-14

 

Sigifredo Noriega Barceló

 

El ciclo escolar 2022-2023 ha iniciado con expectativas e inquietudes. Hay cambios anunciados e incertidumbres preocupantes. Iniciar un ciclo escolar es pensar en el presente y hacia el futuro de personas, familias, maestros, sociedad, instituciones… y el país que anhelamos. Este inicio, casi pospandémico, tiene retos muy complejos y oportunidades acotadas por las circunstancias políticas, económicas y sociales que vivimos; no es cualquier ciclo escolar. Este entorno y contexto exigen educandos y educadores lúcidos, generosos, comprometidos, sobre todo, humildes.

 

 “…El que se humilla será engrandecido”, afirma contundente Jesús en el Evangelio que escuchamos este día. No hay duda que el Evangelio es la sabiduría de Dios que da el horizonte trascendente a la sabiduría humana. Esta se adquiere en la meditación de su presencia sencilla –como de grano de mostaza–, en las realidades que vivimos y las respuestas ponderadas de cada día. La fe en Jesucristo es la escuela más completa de sabiduría.

 

Jesús observa el pequeño detalle de lo que sucede en un banquete para enseñarnos sobre el Reino de Dios y educarnos en su seguimiento. En él no hay peleas por los primeros lugares, sillas apartadas, preventa de boletos, correteos políticos… Sólo la actitud humilde y el amor gratuito van a recibir el gozo de los frutos cosechados. Todo esto no se improvisa.

 

El Reino de Dios es humildad y amor pleno, amor gratuito y humildad. Por tanto, no se vale pisar los pies y aplastar la cabeza de los demás para trepar y ocupar los primeros lugares. En el Reino los lugares no se merecen, se reciben con humildad, son cuestión de amor genuino y entrega generosa. Tampoco se vale pensar, planear y ejecutar proyectos teniendo como móvil amores interesados. En el Reino todo es gratuidad y misericordia.

 

¿Es posible vivir esto en una sociedad en la que parece que todo se compra/vende/negocia? ¿Cualquier acción humana, aún la hecha con cariño y por amor, ha de recibir un pago? Si abrimos con humildad los ojos a nuestro alrededor miraremos que sí hay amores desinteresados: los que se hacen a las personas que nunca podrán pagarte. 

 

Hay voluntariados que se entregan sin reserva, pequeños gestos de compasión amasados en el silencio y la sencillez, amores fieles por encima de cualquier cálculo, acompañamientos gratuitos que sólo buscan el bien común. Hay personas sencillas que son sabias porque viven la humildad y la gratuidad del amor.

 

Nuestro mundo necesita de cristianos que irradien la humildad y el amor misericordioso de Jesucristo. Su misión es ser fermento de bondad/verdad ante tantas corrupciones, sal de la tierra ante vidas desabridas, luz ante las confusiones y las mentiras camufladas que siembra la soberbia… Sus tareas son construir humanidad, luchar contra una mentalidad materialista que busca ser retribuida, implicarse hasta el fondo en el bien común… Es el gran reto de la educación. Es su indispensable aportación para la paz. ¿Será así en este ciclo escolar? ¿Quién le entra?