
Epidemia silenciosa: el auge de las enfermedades no transmisibles
ALFREDO SALAZAR DE SANTIAGO
En el ámbito de la salud, las enfermedades no transmisibles (ENT) emergen como la amenaza conocida como la «epidemia silenciosa». Este término capta la naturaleza insidiosa y progresiva de enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, cánceres y enfermedades respiratorias crónicas. A diferencia de las enfermedades infecciosas que generan alarmas inmediatas por su capacidad de propagarse rápidamente y causar brotes visibles, las ENT avanzan de manera oculta y con daños significativos a largo plazo.
Una de las razones por las que se le llama “epidemia silenciosa” a las ENT es su capacidad para desarrollarse lentamente, sin síntomas evidentes en las primeras etapas. Por ejemplo, la hipertensión, uno de los principales factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, a menudo no presenta síntomas hasta que provoca una complicación grave como un infarto o un derrame cerebral. De igual forma, la diabetes tipo 2 puede desarrollarse durante años antes de ser diagnosticada, permitendo que sus complicaciones como el daño renal, neuropatía y enfermedades cardíacas, progresen en silencio.
Este carácter silencioso de las ENT también se refleja en su prevalencia global. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las ENT son responsables de más del 70% de las muertes a nivel mundial, lo que equivale a 41 millones de personas cada año. Lo que es aún más alarmante es que 15 millones de estas muertes ocurren en personas de entre 30 y 69 años, subrayando su impacto prematuro y potencialmente prevenible. Las ENT no solo afectan a las personas de manera individual, sino que también imponen una carga económica significativa sobre los sistemas de salud y las economías nacionales.
Otro factor que contribuye a su denominación es la falta de conciencia y reconocimiento generalizado. A diferencia de los brotes de enfermedades infecciosas que captan la atención provocando respuestas rápidas de salud pública, las ENT no suelen recibir el mismo nivel de atención urgente, debido a su naturaleza no contagiosa, lo que puede llevar a una “falsa percepción” de que son menos peligrosas.
Su prevención y el control requieren un enfoque integral y colaborativo, ya que sus principales causas de las ENT están vinculadas a cuatro factores de riesgo: el consumo de tabaco, uso nocivo del alcohol, dietas poco saludables y la inactividad física. Combatir estos factores implica políticas públicas sólidas, educación y promoción de la salud, así como intervenciones clínicas efectivas.
A nivel individual, es crucial que las personas adopten un estilo de vida saludable y se sometan a revisiones médicas regulares para detectar y manejar las ENT tempranamente. La educación sobre los signos y síntomas, así como sobre la importancia de mantener hábitos saludables, puede permitir a las personas tomar decisiones informadas sobre su salud.
Por todo lo anterior, es urgente reconocer y abordar estas enfermedades con un enfoque coordinado y multidisciplinario, así como un compromiso colectivo e individual, donde se busque a través de acciones como la prevención, mitigar su impacto a nivele local, regional, nacional y global, y con ello, mejorar la calidad de vida de millones de personas. Al tiempo.