
Iturbide y Juárez
JESÚS DOMÍNGUEZ CARDIEL
Sin duda, las figuras de Agustín de Iturbide y de Benito Juárez continúan como principales para estudiar y seguir interpretando periodos históricos, impulsar ideologías y hasta utilizarlos como banderas políticas y antihéroes.
Todo lo anterior, privilegia la historia maniquea, la cual, ya en anteriores ocasiones he dicho que no es adecuada en estos tiempos, pues lejos de ayudar a una mejor comprensión y conciencia histórica, polariza a la sociedad que se ve influenciada por estas ideas.
Sin embargo, estos dos personajes tan conocidos de la historia de México, comparten algunos rasgos, mismos que no haré mención de manera profunda. No obstante, quisiera precisar que murieron en el mismo mes, es decir en julio; Iturbide el 19 y Juárez el 18.
Ambos tuvieron una muerte distinta pues el primer emperador mexicano feneció fusilado, mientras que el liberal lo hizo al término de un día común y de manera repentina. Lo paradójico es que Agustín de Iturbide vio la luz por última vez en Padilla en el hoy estado de Tamaulipas, mientras que el liberal murió en el otrora palacio virreinal y el autonombrado monarca, lejos de un palacio.
Las dos muertes, tienen entre sí una distancia de 48 años, ya que el deceso de don Agustín de Iturbide fue en 1824 y el de don Benito Juárez en 1872, en ese mismo orden de ideas, el primero tenía cuarenta y un años y el segundo sesenta y seis.
Tanto Iturbide como Juárez fueron personas de su tiempo, ya que buscaron la mejora del país bajo los preceptos que ambos creían más convenientes, por ello es de resaltar, que uno, por medio de un imperio intentó asirse de las riendas del país de manera indefinida, situación que no le funcionó y terminó primero exiliado y después fusilado.
En el caso del segundo, aunque se conoce más acerca de sus labores como liberal, también buscó el manejo nacional de manera indefinida, pues se reeligió más de una ocasión.
Ahora en el 2024, a doscientos años de la muerte de Iturbide no hay ninguna evocación por parte del gobierno por el bicentenario luctuoso el primer emperador, y no se observan atisbos de siquiera recordarlo de manera oficial. Por supuesto, la ausencia conmemorativa responde a la corriente historiográfica que ha dominado la historia oficial, es decir, la liberal.
De manera opuesta, a ciento cincuenta y dos años del fallecimiento de Juárez hubo muchas más manifestaciones conmemorativas a lo largo y ancho del país, lo que demuestra que la corriente que ha escrito la historia oficial, mantiene su fuerza e influencia.
Finalmente, conmino a que de manera académica impulsemos mínimamente algunas acciones para el bicentenario de la muerte de Iturbide y sin juicios de valor se explore más allá del mito biográfico que se ha gestado en torno a su figura. En cuanto a Juárez, si bien, no es necesario dejarlo en el olvido, también es conveniente reinterpretarlo y ubicarlo en cuanto a su historicidad.