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Las horas sosegadas
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Las horas sosegadas

Carlos Saucedo Medrano 

curromedrano05@gmail.com

 

Posterior al trabajo que no cesa; en la sobremesa del esfuerzo, los desvelos y los últimos días, se encuentra el sosiego: tenue atmósfera de la tranquilidad que funciona para replantear los días venideros. Tomar aire. Hacer una pausa en el camino. Contemplar el entorno sin que te abrume su trajín. 

 

No quedan alejados, tampoco, los lapsos de quietud que son subsecuentes al drama. En ese sosiego se encontró Isaac Fonseca después de la espeluznante cornada que recibió el pasado domingo 2 de junio en las Ventas de Madrid. 

 

Mientras la afición taurina mexicana hacía fila en las casillas de votación; la imagen de la cornada de Fonseca nos dejó preocupados, ya que la zona en la que entró el pitón del Torrestrella, nos hacía imaginar un parte médico más complejo de lo que al final fue. Su músculo dorsal, abierto en canal, fue un precio barato comparado con el aparatoso momento y los minutos angustiantes en los que de la enfermería no salía alguna noticia alentadora. 

 

Cosas de esos superhombres: días después del percance, Fonseca regresó vestido de civil a la plaza de Madrid, con la jovialidad y sonrisa que le caracterizan. Hasta tiempo tuvo para jugar al toro con un niño que traía un diminuto capote. Bendita sea la pasta de los toreros. 

 

Volvemos a las horas sosegadas: Morante de la Puebla. Qué sosiego con el cigarrero. Después de dos temporadas memorables, la depresión abunda en el cuerpo del genio. Tan compleja es la vida del alpinista, que, después de mucho esfuerzo para conquistar la cima, no tiene más remedio que bajar al punto de su inicio; como si su gesta no tuviera eco.

 

La orfandad de nuestra fiesta se explica con el súbito parón en la temporada de Morante. No en balde, sus últimas actuaciones en Sevilla y Madrid dejaron un mal sabor de boca a sus fervientes partidarios ante la notoria apatía. No importa qué tanto tarden en hacer efecto los medicamentos y las terapias, el regreso del torero sevillano tendrá que ser en franca plenitud. 

 

Este breve recuento por las horas sosegadas finaliza al sur de América Latina. El congreso de Colombia aprobó un proyecto de ley que prohíbe la celebración de espectáculos taurinos en todo el país cafetero. Un atentado total contra la libertad y las tradiciones se explica por la visión mínima, denigrante y coaccionadora de quienes hoy detentan el poder en aquel hermano país. Sólo los tribunales tienen la llave para que este acto no se consume y en las hermosas plazas de toros colombianas se sigan celebrando festejos. 

 

No hay sosiego peor que aquel que incita a la inacción, a la oxidación de los ideales y las propuestas. El que nos mantiene en los suaves laureles de la comodidad.