Temporada otoñal y reconfiguración del escalafón taurino
Rabo y orejas
A los amaneceres precoces y los atardeceres precipitados se les suman las hojas de los árboles que, una vez fenecida su vigencia por las ramas, caen como un confeti cortado de manera vertical. El frío se comienza a sentir y las chamarras y los abrigos regresan a su rol protagónico en los hogares. El zénit del otoño.
Pudiésemos argumentar que ante este nuevo clima realizamos eventos y espectáculos para generar más calor humano, vaya, para estar más juntos. Pero esa es una aseveración falaz si del mundo del toro se trata. El motivo del incremento de las corridas de toros en esta etapa del año se debe a que los toreros peninsulares finalizan su temporada europea y pueden desembarcar en puertos americanos.
La temporada otoñal se configura de bastantes festejos en toda la República Mexicana. Son más de 30 carteles los que se prevén que sean celebrados en México hasta el 31 de diciembre. De entre ellos destaca la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza en Zacatecas, la última corrida de Enrique Ponce en Aguascalientes, la presentación de Juan Ortega en Morelia en un cartelazo el 2 de noviembre y la corrida Guadalupana en la Plaza México.
El otoño del 2024 pasará a la historia como el último en el que dos figuras españolas de máximo atractivo como Hermoso de Mendoza y Ponce actúen en plazas mexicanas. Ante esta situación, la prensa especializada comenzó una reflexión enfocada al urgente refresco y renovación de la baraja de matadores que puedan conectar con la afición de México.
Nombres no habituales se ven en carteles del interior de la república. Uno de ellos es Juan Ortega. El torero sevillano afronta su primera temporada mexicana de manera formal y su confirmación de alternativa en La México genera una expectación interesante al lado de Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti. De igual manera el relanzamiento de Antonio Ferrera o el relevo que de su padre tenga Guillermo Hermoso de Mendoza, nos darán un indicador fidedigno de su imán taquillero.
Por el lado de los toreros mexicanos, es triste constatar que ninguno de los matadores de la generación del 22 logre consolidarse en el gusto del público. Quizás el torero que tenga esa onza sea Héctor Gutiérrez con sus maneras y porte depurados. Porque ni el efecto huracanado de Isaac Fonseca ni el valor a raudales de Diego San Román lograron sacudir la semidesértica ilusión del público local.
Los caporales alistan a los toros en el campo, los ganaderos tienen la esperanza puesta en sus combinaciones alquímicas y los aficionados estamos listos para otro cierre de año con carteles de relumbrón. El otoño ya está en marcha.