• miércoles, 19 de febrero de 2025
  • 16 °C
“Autoexigencia, tu peor juez”
Compartir en redes sociales

“Autoexigencia, tu peor juez”

Sintiendo: La autoexigencia se experimenta con sensaciones y sentimientos como: nunca estar satisfecho, no aceptar equivocarse, impaciencia, inflexibilidad, rigidez, incluso ser tu propio verdugo culpándote, castigándote o juzgándote por equivocarte o por no hacer las cosas mejor de lo que las haces. También puede presentarse percibiendo que “por más que hagas” y te lo reconozcan seguir sintiendo insuficiente ese reconocimiento o un vacío porque justamente ese reconocimiento que buscas nunca ha sido externo, sino que tiene que ver con algo interior no resuelto o pendiente.

La experiencia: Repentinamente me encuentro rodeado del tema de la “autoexigencia” en pláticas de familia, amigos y en la terapia. Son muchos e interminables los ejemplos que podríamos mencionar, entre ellos: perder un trabajo bien pagado o con cierto poder;  ser una madre/padre que se culpa por pensar que no está haciendo lo suficiente; pensando que físicamente no eres atractivo; percibiendo que hay algo mal en ti o que algo te falta; sintiendo vergüenza de algún aspecto que consideras malo en ti; sintiendo que tienes que revisar tus tareas o proyectos varias o muchas veces porque siempre “se puede mejorar”; por no tener el trabajo de tus sueños o las cosas materiales que “te harían feliz”; a veces viendo el arroz negro o percibiendo con frecuencia “lo que te falta o le falta a otros” para cumplir con un estándar que “nunca es suficiente”. Todo esto lo llevamos a límites de los que no somos conscientes pues, en ocasiones, hasta enfermamos el cuerpo que nos pide o nos grita: “detente, necesito descansar”.  

Compartiendo: Muchas veces me he sentido así, exigiéndome hasta completar arduas tareas, pasando incluso por encima de mis límites físicos y emocionales por, según yo, “cumplir”. Recuerdo que alguna ocasión compartiendo con alguna terapeuta le dije: “no me importa el reconocimiento de mi jefa ni de nadie, no hago las cosas por eso”. Mirándome fijamente me dijo: “¿y de quién sí te importa el reconocimiento?, como balde de agua fría, pensé inmediatamente en “mis padres” y mi percepción o herida de falta de reconocimiento.  

Aprendiendo: Muchas veces, nuestra motivación para hacer las cosas es la aprobación y reconocimiento de nuestros jefes, compañeros de trabajo, pareja, hijos, etc., sin embargo, la realidad es que sólo lo hemos necesitado de nuestros padres, pensando que de alguna manera podemos cumplir expectativas altas a fin de que nos quieran.  Es importante darnos cuenta de “la verdad”, saber que, aunque tengamos nuestros errores y equivocaciones, nos seguirán amando igual y seguiremos perteneciendo, descubrir esto es sumamente liberador, sintiendo que cargamos un costal más ligero. 

Para concluir: Qué pasaría si te das el permiso de fallar y aceptas tus errores; si decides disfrutar y mirar lo que tienes en lugar de poner la atención en lo que me falta; si decides ser flexible contigo mismo; si te aceptas imperfecto, si desarrollas paciencia y empatía primero conmigo y luego hacia los demás, en fin, ir conquistando un lugar de paz y tranquilidad interno dónde puedas habitarte y ESTAR.