
La impostergable defensa del toreo
Por enésima vez la tauromaquia se ve asediada derivado de una intentona prohibicionista en el Congreso del Estado de Zacatecas. En esta ocasión el modus operandi consistió en la entrega de una cantidad de firmas recabadas en una plataforma electrónica por una asociación que a todas luces parece ser apócrifa y que demanda la abolición de las corridas de toros en el estado.
No es la primera ocasión que una maniobra de estas características se presenta en el edificio de la calle Fernando Villalpando, pero sí será una de las muchas que pasen al olvido y al fracaso total dada su nula argumentación y su informalidad. Vaya, todavía no sale al ruedo y a todas luces se augura que será devuelta por mansa y falta de trapío.
Es una lástima que, teniendo un Zacatecas en crisis económica y de seguridad, en absoluto abandono por parte de la Federación y en plena ingobernabilidad; algunas legisladoras adopten el tema de la prohibición de las corridas para ganar reflectores mediáticos. Hay temas que le urgen al estado y no hay nada más deplorable y falto de ingenio que hacerse notar en la prensa bajo el manto banal de una polémica que en nada abona al progreso de la entidad.
Mismo caso sólo que ahora a nivel nacional con la controvertida iniciativa que promueve el doctor Ricardo Monreal para cristalizar la Ley General de Bienestar Animal. Y digo controvertida porque esta iniciativa surge en el seno de organizaciones animalistas caracterizadas por su total animadversión a las corridas de toros. Está bien que el senador quiera ser Presidente de la República en el 2024, pero que no tome el estandarte totalitario del fin de la tauromaquia junto con las peleas de gallos y la actividad cinegética para ganarse adeptos.
Ambos casos deben generar una movilización contundente en el sector taurino estatal y nacional. Aquí no debe de haber medias tintas: o nos unimos y combatimos de manera inteligente y sustentada contra la moda del animalismo -que es fácil de comprar por algunos políticos- o nos olvidamos de lo que algún día se llamó espectáculo taurino. Esto es impostergable.
La razón, la lógica y la preservación de los ecosistemas que forman las ganaderías de toros de lidia están de este lado, sólo que no hemos sabido comunicarlo. Preferimos generar espacios de charla en torno a temas que la mayoría de aficionados entienden, pero que el gran público -ese que en su mayoría se asusta al ver un toro sangrar, pero que es indiferente a la sangre humana en una plaza pública- no comprende.
Los aficionados debemos entender que dejar morir a la tauromaquia representaría el triunfo de un modelo social que le apuesta a la polarización, que pondera la vida de un animal de compañía sobre la de un ser humano y que esconde bajo las telas engañosas de los eufemismos a la vida misma.