Medalla de oro
Hace 24 años la atleta mexicana Soraya Jiménez obtuvo la presea dorada en los juegos olímpicos de Sídney en Australia. En aquellos años, yo era aún un niño y fue una sorpresa porque era la primera vez que una mujer de México la ganaba y además porque era un deporte conocido por mí.
Esto sucedió un 18 de septiembre y todavía cursaba la educación primaria. Mi grupo de amigos y algunas compañeras hicieron comentarios sobre el triunfo, los cuales no recuerdo con claridad, pero se me quedó grabado uno que más o menos decía: ¡qué tan difícil ha de ser levantar unas pesas!
En ese momento no le tomé mucha importancia, pero ahora a la distancia lo comprendo con mayor claridad, me explico: como saben, ahora coordino un grupo de Danza Folclórica, mismo que ha ensayado con muchas ganas y muchas horas para obtener resultados convincentes y llevarlos a un escenario.
Es decir, no sólo es pararse en el evento y realizarlo, sino que se requieren de años de entrenamiento fuerte, constante y disciplinado para obtener un resultado de esa magnitud. Hoy también lo veo con mis hijos, pues acuden prácticamente todos los días a trabajar en sus disciplinas (ballet y natación) y entrenan por más de cuatro horas consecutivas.
A su corta edad ya han conseguido medallas de primero, segundo y tercer lugar, y cada uno de sus logros se celebra ampliamente, pues se sabe del esfuerzo que ello conlleva. Ellos han comentado que más que un premio económico, el reconocimiento de la presea es mucho más satisfactorio, porque considera todo su esfuerzo y dedicación.
Ahora, regresando a Soraya Jiménez y concatenando con lo anterior, es una lástima que no haya apoyo para los deportes y las actividades artísticas, pues si bien, muchas personas no llegarán a las justas olímpicas o grandes compañías, eso no es motivo para no impulsar y propiciar que más personas se dediquen a lo deportivo o cultural.
Autoridades van y autoridades llegan, de todos colores y filiaciones, pero todos dejan hasta los últimos lugares estos conceptos. Tal vez suceda porque no se ve una utilidad directa, sin embargo, es fundamental su impulso para la reconstrucción del tejido social, pues es mejor tener acciones preventivas que después lamentar.
Mejor dicho, el tocar la flauta en la primaria o secundaria, aprender un baile, hacer deporte o simplemente conocer sus reglas, no significa que todos nos vayamos a dedicar a ello, simplemente se trata de hacernos más sensibles a las manifestaciones humanas e impulsarlas con nuestra familia.
Finalmente, ojalá que con los cambios en el gobierno y las personas que acaban de tomar posesión o están por hacerlo, impulsen con mayor ahínco las actividades artísticas y culturales, pues necesitamos más Sorayas, Paolas Espinoza, Fernandos Platas, etc., si no, vean los grandes esfuerzos que realizaron los atletas olímpicos y paralímpicos para acudir este año a París y a pesar de su gran atrevimiento, haber tenido una de las más discretas participaciones.
Impulsemos a la juventud por más medallas de oro.