Doble carga para la salud mental de los mexicanos
ALFREDO SALAZAR DE SANTIAGO
En México, la salud mental de la población enfrenta una doble amenaza que surge de dos problemas de salud pública: la persistente resaca del covid-19 y las consecuencias de una falta de seguridad expresada con una violencia generalizada en el país. La falta de estrategias gubernamentales efectivas para abordar estos desafíos ha dejado a los mexicanos lidiando con el impacto devastador en su bienestar psicológico.
La resaca del covid-19 ha demostrado ser mucho más que una simple consecuencia física. Las secuelas psicológicas de la pandemia persisten, afectando a individuos, familias y comunidades enteras. La incertidumbre económica, el aislamiento social y la pérdida de seres queridos han dejado cicatrices emocionales profundas. La pandemia generó un aumento significativo en los niveles de estrés en la población mexicana, marcado por el miedo al contagio, la adaptación a nuevas formas de vida y la ansiedad por el futuro.
Los desafíos económicos sin precedentes intensifican la presión en una sociedad ya tensa, amenazando la salud mental con preocupaciones constantes sobre la salud física, dificultades para dormir y una sensación generalizada de desesperanza. La falta de una estrategia gubernamental clara ante la crisis de salud mental por el covid-19 dejó a los ciudadanos desprotegidos. La escasez de servicios accesibles y apoyo emocional han intensificado los problemas psicológicos. Es crucial que el gobierno tome medidas concretas para abordar la crisis y proporcionar el apoyo necesario.
Por otro lado, la estrategia de seguridad ineficiente de parte del gobierno, desencadenó una persistente y generalizada violencia en todo el país, generando una preocupación constante por el impacto en la salud mental. Esta situación sumerge a los ciudadanos en un temor constante ante la posibilidad de ser víctimas de actos violentos. El aumento de la actividad delictiva, los enfrentamientos entre cárteles y las violaciones a los derechos humanos afectan profundamente a comunidades enteras, dejando secuelas psicológicas. La exposición continua a la violencia crea una sensación de vulnerabilidad y falta de protección, contribuyendo al incremento de trastornos como el estrés postraumático, la depresión y la ansiedad. Por tanto, es imperativo implementar medidas efectivas para revertir esta situación y salvaguardar la salud mental de la sociedad, ya que el estrés constante y el miedo a la violencia han contribuido, en los últimos cinco años, a fomentar un ambiente generalizado de desconfianza y desesperanza.
Es esencial que el gobierno implemente estrategias integrales para abordar tanto la resaca del covid-19 como la violencia generalizada. Se deben fortalecer los servicios de salud mental, garantizar el acceso a tratamientos adecuados y promover campañas de concientización para reducir el estigma asociado a los problemas psicológicos. Además, se necesita una acción decidida para abordar las raíces de la violencia en el país. La implementación de políticas efectivas de seguridad, la promoción de la justicia y la rendición de cuentas son fundamentales para restaurar la confianza de la población y reducir el impacto negativo en la salud mental, requiriéndose tomar medidas que permitan salvaguardar la salud mental de la población y construyendo un camino hacia la recuperación integral. Al tiempo.

